Por István Ojeda Bello
Pasaron 14 años y uno cierra los ojos ahora frente al “Nido de Pájaro” y casi puede sentir la algarabía de la multitud ante las hazañas del deporte alcanzadas en este sitio. Se estremece ante ovación por lo hecho por un extra-clase venido del Caribe que destrozó los récords mundiales de la velocidad; o recrea las zancadas de una santiaguera que hizo lo propio venciendo a la adversidad. O se vuelve hacia el “Cubo de Agua” y podría lanzar un grito de exclamación frente a lo hecho allí por el “El 'Tiburón” de Baltimore.
Incluso sin poder verlos por dentro pues la pandemia de la Covid-19 aún mantiene sus puertas cerradas a los visitantes ocasionales, son sencillamente impresionantes los tamaños de estas moles de hierro y concreto cuyas formas asemejan, respectivamente el sitio en el cual anidaría una titánica ave con sus crías y una colosal figura geométrica de color azul.
(Fotografía de István Ojeda Bello)
A pesar del tiempo transcurrido, los chinos se las arreglaron para que quienes llegáramos mucho después de apagada la llama del enorme pebetero olímpico pudiéramos “tocar” con las manos todas y cada una de las medallas alcanzadas en este sitio por los atletas convencionales o paralímpicos entre agosto y septiembre de 2008.
Y lo ha hecho, primero, conservado de los espacios que todavía son destino de caminantes y familias deseosas de andar jardines y parques muy bien cuidados. Segundo, porque estas instalaciones continuaron en actividad; de hecho, este mismo 2022 acogieron a parte de los eventos de los juegos olímpicos de inverno. Pero sobre todo mediante un largo muro de piedra colocado a unos pocos metros del “Nido” …. Allí están grabados el nombre, el país y el evento de cada uno de los medallistas en los Juegos de la XXIX Olimpiada y los Paralímpicos de esa propia edición.
Fuimos entonces tras la presea memorable del Gigante de Herradura, Mijaín López, buscamos los pasos de Dayron Robles, el grito de la “Furia de Agramonte”, Yipsi Moreno; la sonrisa de Yunidis Castillo; o los bronces inolvidables de Yordanis Arencibia y aquella que anticiparía glorias posteriores de esa Mariana Grajales de yudo cubano que se llama Idali Ortiz.
(Fotografía de István Ojeda Bello)
Esos y otros sucesos ligados a cualquier galardón de nuestro Archipiélago, no importa el color, desfilaron junto a la palabra “Cuba” estampada sobre la roca. Sin olvidar, desde luego, otras escenas dibujadas en el firmamento del olimpismo tras letras ordenadas así: “Bolt Usain, Jamaica”, “Phelps Michael, United States of America”; o “Isinbaieva Elena, Russia”.
Dicen que las medallas olímpicas son para siempre. Aquí en Beijing, muy cerca de un amplio paseo que exactamente divide a la ciudad de sur a norte, es posible comprobarlo; y revivir, por un instante, eso momentos entrega y consagración del deporte universal.